Ahora que la muerte de Eugenio Trías nos ha dejado un gran vacío en el terreno de las Humanidades, evoco una pequeña historia personal en la que su espíritu intelectual estuvo presente:
En 2008 realicé un retrato fotográfico de un pintor excepcional, cuya obra seguía desde hace mucho tiempo. Su obra, abstracta y sobria en su representación, es tremendamente matérica, plena de rugosidad, color y volumen. Su universo de interés flota entre el espíritu y la ciencia. Un intelectual asceta, honesto, rebelde, reacio al mercado del arte. Le propuse a través de unos bocetos un concepto que envolvía la esfera del pintor y de su trabajo final.
La fotografía final, lo que llamo un Stoop, muestra al pintor con su ropa de trabajo sentado en una frágil silla de tijera, delante de un inmenso cuadro, mágico, con una incalculable gama de verdes luminosos empapados sobre el yeso rugoso. La escena se completa a la izquierda con una estufa y a la derecha, sobre un cubo, con un pequeño equipo de música conectado a un enchufe. En la parte superior de la fotografía ecribí esta frase: "Las grietas del infinito".
Eugenio Trías - Lo bello y lo siniestro (1981) |
Dedicamos mucho tiempo a hablar de filosofía, religión y matemáticas. Antes, durante y después de la sesión fotográfica. En algún momento me habló de su amigo Eugenio Trías, con el que solía discutir sobre su filosofía del límite.
La conexión a tres bandas fue imediata. El concepto propuesto, Las grietas del infinito, adquiría un significado integrador, redondo para el retrato. Aproveché el momento para citar unas palabras de Trías de su libro Lo bello y lo siniestro, que siempre me acompañan y que tanto han influido en la forma de ver y materializar mis fotografías escritas y dibujadas: "La belleza es siempre un velo (ordenado) a través del cual debe presentirse el caos". Una idea que me transporta de forma radical a los conceptos del límite (del infinito, del punto donde confluyen dos líneas paralelas) y del contraste (de las percepciones, de la realidad, de las ideas).
La historia del retrato del pintor acabó de una forma inesperada y frustrante. Desde el primer momento estuve convencido de que este retrato era el mejor que había realizado en todos los aspectos. Y quise compartirlo. Pero el pintor me prohibió difundir cualquier aspecto relacionado con él, ni su nombre ni su pintura, y por extensión el retrato que le hice. De ahí que no aparezca aquí su nombre ni pueda llevar su retrato a una exposición o a mi página web. Sigo confiando en que en cualquier momento el pintor me libere de su veto.
De alguna manera, lo bello y lo siniestro se encontraban alrededor de un lienzo y una fotografía.