Arnold J. Toynbee |
Con la Revolución Industrial Occidente logró una enorme influencia apoyándose en un mensaje muy simple basado en la válvula que controla la codicia humana: la búsqueda del propio interés es la mejor receta para lograr el máximo nivel de bienestar social. Dos siglos después de practicar ese espíritu rapaz, comprobamos que es una aventura fallida. Toynbee sugiere que la desunión social inhabilita a Occidente a liderar políticamente el mundo. En paralelo analiza el caso de China, a la que ya en esas fechas vaticina un futuro poderoso. Ve a China capaz de lograr el liderazgo de forma sólida, porque dentro de sus inmensas dimensiones ha sido plenamente eficaz de mantener unidas a millones de persona con una relativa paz estable, al tiempo que han tenido éxito a la hora de asimilar una ideología extranjera, el Budismo, de una manera que ha beneficiado a la civilización indígena. La fuerza de China reside en la unidad de sus habitantes.
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