Artículo de Teodoro Millán: "Indiferencia política y malformaciones del sistema", en Diario Abierto, 26/01/2016
En ocasiones los árboles no dejan ver el bosque, como en el caso de la situación política actual, y conviene tomar perspectiva para desenredar la madeja. Para ello puede resultar de ayuda un simple ejercicio de racionalización del que puedan extraerse algunas conclusiones interesantes: Centrémonos en los tres partidos decisivos a la hora de formar gobierno, asumiendo que los otros, aunque necesarios, no tendrían más opción que acompañar al resultado del juego de los primeros; PP, PSOE y Podemos. Consideremos a continuación los tres escenarios básicos que pueden resultar de la situación actual; un pacto por la derecha, un pacto por la izquierda o unas nuevas elecciones, y asignemos a cada partido un ranking de estas tres opciones en orden decreciente de preferencia, usando los valores (3,2,1). A continuación se presenta un cuadro que resumen la distribución que hemos supuesto, pretendiendo que refleje la situación actual de preferencias de cada grupo;
Como se ve, he asumido que si el PP no alcanzase la presidencia (su opción favorita, marcada con un 3) preferiría nuevas elecciones (2) antes que un gobierno de izquierdas (1). Para el PSOE, en cambio, he supuesto que unas elecciones, en que se arriesgaría a ser alcanzado o rebasado por Podemos, sería la peor opción (1) prefiriendo lógicamente encabezar un gobierno de izquierdas (con Podemos) (3) a apoyar o facilitar uno de derechas (2). Por su parte, Podemos parece dispuesto a ir a unas nuevas elecciones (3) antes que ver un gobierno de derechas (1), o incluso uno de izquierdas presidido por el PSOE (2). Reconozco que hay gente que legítimamente puede no aceptar estas hipótesis, pero mi propósito no es polemizar sobre ellas, sino ilustrar cómo es posible aclarar en parte el fondo de la situación mediante este simple ejercicio e ilustrar algunos problemas del mecanismo en vigor, aunque creo que el ejemplo presentado parece ser consistente con los hechos.
El ejercicio arroja cómo resultado una total indiferencia entre las tres alternativas, dado que cada columna del cuadro suma igual número de puntos. Esto es, el equilibrio obtenido es tal que no hay una opción superior al resto, lo que viene a ilustrar el impasse político actual. Así, cada vez que se avanza en una de las dos primeras opciones, el partido con menor número asignado a la correspondiente columna tiene incentivos para desestabilizar el proceso, lo cual hace bloqueando la situación, o bien tentando a alguno de los otros a inclinarse en otra dirección.
Por otro lado, este simple ejercicio permite clarificar las opciones abiertas a los partidos, que sólo pueden actuar en una dirección para superar la situación, buscando alterar el ranking de alternativas propias o aquellas de la competencia. Así, por ejemplo, bastaría con que se lograse que el PSOE fuese indiferente entre un gobierno con el PP o con Podemos (asignando un valor de 2 tanto a la primera como a la segunda columna) para lograr un gobierno de un pacto de derechas. Igualmente, si las ofertas del PSOE a Podemos fuesen suficientes como para hacerle a este preferir el pacto de izquierdas antes que las nuevas elecciones, se formaría un gobierno progresista. Por el momento, ninguna de estas alternativas se ha impuesto, aunque parece haber negociaciones en curso para reequilibrar dichos rankings a base de ofrecer compensaciones de diverso tipo, y es posible que el próximo congreso del PSOE de lugar a avances en cualquiera de estas dos direcciones.
Curiosamente, de todo ello se deducen algunas conclusiones interesantes. En primer lugar, que de ser correcta la asignación de preferencias supuesta, el juego pivota alrededor del PSOE, que tiene en su mano inclinar la balanza en la dirección del PP. Igualmente, dicho partido sería responsable de bloquear la opción que en principio seria más democrática, ir a unas nuevas elecciones. Pero más interesante es destacar cómo resulta paradójico que la suma de puntos totales da lugar a una situación de indiferencia agregada, cuando nadie, ningún partido, es indiferente ante las distintas opciones abiertas. Como es bien sabido, la agregación de preferencias puede generar resultados dispares, lo cual es responsabilidad del diseño del sistema y no de los grupos que participan. De ello se sigue la necesidad de prestar atención a las características funcionales del sistema y de los procedimientos establecidos que pueden presentar características no deseables.
Dado que si no hay acuerdo previo el proceso desemboca en elecciones, y habiendo un plazo en que se deban despejar las incertidumbres, sería legítimo concluir que la cuerda se ha de romper por el lugar más débil, esto es, por aquél que menor valor asigna a dicha opción, que en este supuesto es el PSOE, el cual tendría que acabar cediendo. Pero ya que el PSOE puede evitar la elecciones que no desea, bien facilitando un gobierno por la derecha, o bien por la izquierda, resultan determinantes las presiones y ofertas de los otros dos partidos, que con su influencia bloquean su decisión. En dicha situación no debiera ser desdeñable el hecho de que si Podemos prefiere realmente ir a elecciones, un acuerdo para formar una opción de gobierno con ellos puede correr el riesgo de ser papel mojado en cualquier momento.
Finalmente, podemos preguntarnos por el efecto que poseen las posibles elecciones en la actual situación. Si estas no formasen parte del cuadro de alternativas, como ocurriría si existiese un mecanismo automático de segunda vuelta, dejarían de tener una influencia directa en los equilibrios planteados y el cuadro relevante, que se reduciría tanto en asignación de valores, al excluir el 3, como en columnas, sería el siguiente;
En tal escenario, este análisis arrojaría como resultado un gobierno de izquierdas, conclusión obvia si se atiene al peso relativo de diputados de los dos bloques de derecha e izquierda y al hecho de que los dos grupos de izquierdas querrían evitar un gobierno de derechas. (Aunque la cuestión de la unidad territorial podría representar una discrepancia entre PSOE y Podemos que amenazase con una reproducción de la situación actual tras las elecciones).
Aunque lo interesante no es tanto la aplicación concreta sino el cómo una simplificación, susceptible de hacerse tan compleja como se quiera, pueda ayudar a clarificar la situación.
En cualquier caso, lo que parece indudable y es tal vez la conclusión practica principal de esta reflexión, es que el impasse actual es en buena medida resultado de una malformación del mecanismo de elección, subsanable mediante la adopción de un sistema de mayoría simple o uno de segunda vuelta, que tendría la virtud de ser resolutivo. Los costes, incertidumbres y tensiones que implica la situación actual ponen de manifiesto la relevancia de contar con un mecanismo de decisión eficaz que evite situaciones no deseables, y ello aunque fuese a costa de dar lugar a un gobierno sin mayoría en la cámara legislativa (algo que, por otro lado, no sólo se da en democracias avanzadas sino que es similar a lo que puede acabar siendo el resultado final de este complicado proceso).
Lo malo del sistema actual es justamente la indefinición a que conduce, trasladando las carencias de su funcionamiento a los propios partidos, de los que se espera algo que debiera de ser innecesario -que alcancen acuerdos sobre cuestiones de gran transcendencia, o irreversibles, en cortos espacios de tiempo- y que además deja al gobierno en situación de precariedad por un plazo de tiempo indefinido, puesto que el sistema no garantiza que no pueda reproducirse la situación actual tras unas nuevas elecciones. Esta no es una observación trivial ni inocente en momentos en que se atisba en el horizonte una reforma constitucional, en la que sería deseable priorizar la mejora del funcionamiento del sistema por encima de los intereses individuales o partidistas, y ello no por una cuestión altruista ni ética, sino porque estos pueden sucumbir ante las malformaciones no resueltas del sistema.
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Mi comentario al artículo “Indiferencia política y malformaciones del sistema”:
© 2013 Eduardo Ruigómez - Reformas en el Congreso de los Diputados |
Efectivamente, el sistema electoral que nos dimos durante décadas ha funcionado correctamente, pero todo cambió con el movimiento 15-M en 2011. Los entonces "indignados" han crecido y madurado, dando pie a nuevas organizaciones políticas. En la actualidad es abismal el cambio producido desde el escenario anterior con lo que ahora contemplamos. Han surgido nuevos partidos en la derecha y la izquierda con deseo de implicarse y participar en la acción política. En las recientes elecciones el marco de actuación se ha enredado y el resultado es la gran dificultad para formar gobiernos mínimamente estables. Supongo que será una legislatura muy complicada. No veo a la vista una salida buena ni moderación en el uso del poder.
Se me antoja soñar con una legislatura de concordia, unidad, sin extremismos ni excentricidades. Un espacio de cuatro años para templar y definir de forma sólida las ideas de los partidos y enfrentar todos juntos la revisión del proceso electoral. Como apunta Teodoro Millán, y con él supongo que la mayoría de los españoles, se hace necesario ir hacia un sistema de segunda vuelta.
Ante todo, mucha calma.