Anónimo - Esclavos danzan en una plantación de Virginia - 1700s |
¿En que se materializa esa precariedad en el trabajo? No sólo nos enfrenta a un panorama de escasez de puestos de trabajo, sino también a otras graves cuestiones que necesitan urgentes medidas y, de forma especial, un cambio cultural inmenso de la sociedad que equilibre todas las fuerzas implicadas (básicamente los políticos, que al final son los que siempre tienen la llave que abre o cierra puertas). El peligro de expansión de una esclavitud silenciosa es una realidad visible por cualquiera. Las empresas pierden su principal capital, equipos de personas profesionales, desde el momento en que sus estructuras están pobladas de becarios no remunerados que sustituyen a empleados con experiencia. Ese empobrecimiento, pan para hoy y hambre para mañana, deja ver bien claro sus secuelas desastrosas: vemos profesionales con años de experiencia desterrados del mercado sin piedad, sin futuro, y becarios en condiciones que recuerdan a la esclavitud, con largas jornadas y en muchos casos sin estar remunerados, al tiempo que no tienen directos modelos de referencia. El que sabe no trabaja y el que no sabe no aprende. Y las empresas inician el camino hacia la decadencia. Ese es el resultado de un diagnóstico para un gran crack social.
¿No sería más lógico (y pienso de nuevo en los políticos que, como padres que corrigen las travesuras de sus hijos inmaduros, pueden marcar unas reglas de juego lógicas y hacerlas cumplir) que becarios y profesionales convivieran en largos ciclos de adaptación, tanto de la entrada de unos como de la salida de los otros, generando un flujo natural, no traumático, de continuidad del conocimiento de la empresa? Si admiramos el ejemplo del maestro y el artesano, tan bien reflejado en el Renacimiento, ¿por qué no seguir su ejemplo?: el sabio enseña al joven para convertirlo en un sabio que enseñe al siguiente joven. Con unos tiempos y una asignación económica que le permita vivir. Si creemos en el Estado del Bienestar, sólo hace falta ser consecuentes. Así de fácil.
Cito el primer párrafo del libro de Ulrich Beck:
Ulrich Beck - Un nuevo mundo feliz (1999) Editado por Paidós |
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