Por Natalie Angier. Cambridge, Massachusetts — Sentada en un cuarto de monitoreo en el Laboratorio de Estudios del Desarrollo de la Universidad de
Harvard, la psicóloga cognitiva Elizabeth S. Spelke observaba mientras
una niña inquieta de 8 meses era preparada para ver caricaturas. Los
videos incluían personajes simples que se cambiaban de un grupo a otro. El objetivo de los investigadores era explorar lo que los bebés comprenden sobre los grupos sociales y las expectativas sociales.
Sin
embargo, aun antes de que iniciara la grabación, la pequeña de 7 kilos
objeto de investigación reveló el alcance de su cerebro social. Sonrió,
rastreó las conversaciones y se les quedó viendo a los recién llegados.
Spelke, quien se hizo de renombre al delinear cómo aprenden los bebés
sobre objetos, números y su entorno, meneó la cabeza.
“¿Por qué me tomó 30 años empezar a estudiar esto?”, expresó. “Todo este tiempo, les he dado a los bebés
objetos para que los agarren, o les he dado de vueltas en una
habitación para ver cómo navegan, cuando lo que realmente querían hacer
era tener interacción con otra gente!”
Steven Pinker, su colega
en Harvard, dice que lo que Spelke realmente está haciendo es lo que
Descartes, Kant y Locke intentaron hacer. “Trata de identificar las
categorías fundamentales del conocimiento humano”.
“Siempre me ha
fascinado la cognición humana y la organización de la mente humana, y
por qué somos buenos para algunas tareas y malos para otras”, afirmó
Spelke, de 62 años. Pero la mente humana es demasiado complicada, dijo
Spelke, “demasiado llena de datos” para sacar sentido
de ello. En su opinión, la mejor manera de determinar que nacen sabiendo los humanos es consultar al recién nacido.
Ella
es pionera en el uso de la mirada infantil como una clave a la mente
infantil, es decir, identificar las expectativas inherentes de bebés de
apenas una semana o dos de nacidos al medir cuánto tiempo se quedan
viendo una escena en la que esas suposiciones son invalidadas o no son
satisfechas. Estas son, de acuerdo con el laboratorio de Spelke, algunas
de las cosas que saben los bebés:
Saben lo que es un objeto: una
unidad física diferenciada en la que todos los lados se mueven más o
menos como uno, y con alguna independencia de otros objetos.
Si le muestra a un bebé una secuencia en la que una varilla que parece ser una sola pieza se mueve de un
lado a otro atrás de otro objeto, el bebé se quedará boquiabierto con
asombro cuando ese objeto es retirado y resulta que la varilla son dos
fragmentos.
Los bebés saben que los objetos no pueden atravesar
límites sólidos ni ocupar la misma posición que otros objetos, y que los
objetos generalmente viajan en una trayectoria continua.
Los bebés
pueden calcular cantidades y distinguir entre más y menos. Muéstreles
grupos de 4 ó 12 puntos y harán coincidir cada número a un sonido
acompañante, al ver más tiempo los 4 puntos cuando escuchan 4 sonidos
que cuando oyen 12.
También pueden realizar una especie de suma y
resta, al anticipar la relativa abundancia de grupos de puntos que
están siendo unidos o separados, y ven más tiempo cuando el número
equivocado de puntos aparece.
Los bebés y niños pequeños usan pistas geométricas para orientarse, navegar por habitaciones y
ubicar tesoros escondidos. Al mismo tiempo, descubrió el laboratorio de Spelke, los niños son muy
malos
para usar puntos de referencia o la decoración para encontrar su
camino. “Ésa fue una enorme sorpresa para mí”, dijo Spelke. “Mi
intuición era que un niño nunca cometería el error de ignorar
información como el color de una pared”.
Estos módulos mentales esenciales —representación de objetos, sentido de los números y navegación geométrica—
son sistemas antiguos compartidos con otros animales; por ejemplo las
ratas también navegan a través de un laberinto por medio de la forma, no
del color.
Spelke y su laboratorio han comenzado a identificar
algunas de las configuraciones básicas de la inteligencia social
infantil. Katherine D. Kinzler, ahora en la Universidad de Chicago, y
Kristin Shutts, ahora en la Universidad de Wisconsin, han encontrado que
los bebés de apenas unas semanas de nacidos muestran una clara simpatía
por las personas que utilizan patrones del lenguaje a los que los bebés
ya han sido expuestos.
Otros investigadores en el laboratorio
estudian si los bebés esperan una conformidad conductual entre los
miembros de un grupo; si esperan que las personas se comporten de manera
sensata (si va a agarrar un juguete, ¿por favor puede hacerlo de manera
eficiente en lugar de mover su mano sin ton ni son por todo el lugar?);
y cómo deciden los bebés si un objeto nuevo tiene “operación” (¿esta
cosa confusa y pequeña está activa o inerte?).
Spelke también quiere
entender cómo los dominios medulares de la mente humana interactúan para
generar nuestra peculiar inteligencia. Aun cuando “nuestros sistemas
esenciales son fundamentales, pero limitados”, como ella lo expresa, “logramos ir más allá de ellos”.
Spelke
reconoce que sus ideas siguen sin ser comprobadas y son polémicas, pero
está segura de una cosa. “El trabajo de un bebé”, afirmó, “es
aprender”.