domingo, 3 de junio de 2012

El trabajo del bebé consiste en aprender


Foto de Erik Jacobs para The New York Times - Elizabeth S. Spelke (ver video)

Por Natalie Angier. Cambridge, Massachusetts — Sentada en un cuarto de monitoreo en el Laboratorio de Estudios del Desarrollo de la Universidad de Harvard, la psicóloga cognitiva Elizabeth S. Spelke observaba mientras una niña inquieta de 8 meses era preparada para ver caricaturas. Los videos incluían personajes simples que se cambiaban de un grupo a otro. El objetivo de los investigadores era explorar lo que los bebés comprenden sobre los grupos sociales y las expectativas sociales.
Sin embargo, aun antes de que iniciara la grabación, la pequeña de 7 kilos objeto de investigación reveló el alcance de su cerebro social. Sonrió, rastreó las conversaciones y se les quedó viendo a los recién llegados. Spelke, quien se hizo de renombre al delinear cómo aprenden los bebés sobre objetos, números y su entorno, meneó la cabeza.
“¿Por qué me tomó 30 años empezar a estudiar esto?”, expresó. “Todo este tiempo, les he dado a los bebés objetos para que los agarren, o les he dado de vueltas en una habitación para ver cómo navegan, cuando lo que realmente querían hacer era tener interacción con otra gente!” 
Steven Pinker, su colega en Harvard, dice que lo que Spelke realmente está haciendo es lo que Descartes, Kant y Locke intentaron hacer. “Trata de identificar las categorías fundamentales del conocimiento humano”.
“Siempre me ha fascinado la cognición humana y la organización de la mente humana, y por qué somos buenos para algunas tareas y malos para otras”, afirmó Spelke, de 62 años. Pero la mente humana es demasiado complicada, dijo Spelke, “demasiado llena de datos” para sacar sentido
de ello. En su opinión, la mejor manera de determinar que nacen sabiendo los humanos es consultar al recién nacido.
Ella es pionera en el uso de la mirada infantil como una clave a la mente infantil, es decir, identificar las expectativas inherentes de bebés de apenas una semana o dos de nacidos al medir cuánto tiempo se quedan viendo una escena en la que esas suposiciones son invalidadas o no son satisfechas. Estas son, de acuerdo con el laboratorio de Spelke, algunas de las cosas que saben los bebés:
Saben lo que es un objeto: una unidad física diferenciada en la que todos los lados se mueven más o menos como uno, y con alguna independencia de otros objetos.
Si le muestra a un bebé una secuencia en la que una varilla que parece ser una sola pieza se mueve de un lado a otro atrás de otro objeto, el bebé se quedará boquiabierto con asombro cuando ese objeto es retirado y resulta que la varilla son dos fragmentos.
Los bebés saben que los objetos no pueden atravesar límites sólidos ni ocupar la misma posición que otros objetos, y que los objetos generalmente viajan en una trayectoria continua.
Los bebés pueden calcular cantidades y distinguir entre más y menos. Muéstreles grupos de 4 ó 12 puntos y harán coincidir cada número a un sonido acompañante, al ver más tiempo los 4 puntos cuando escuchan 4 sonidos que cuando oyen 12. 
También pueden realizar una especie de suma y resta, al anticipar la relativa abundancia de grupos de puntos que están siendo unidos o separados, y ven más tiempo cuando el número equivocado de puntos aparece.
Los bebés y niños pequeños usan pistas geométricas para orientarse, navegar por habitaciones y
ubicar tesoros escondidos. Al mismo tiempo, descubrió el laboratorio de Spelke, los niños son muy
malos para usar puntos de referencia o la decoración para encontrar su camino. “Ésa fue una enorme sorpresa para mí”, dijo Spelke. “Mi intuición era que un niño nunca cometería el error de ignorar información como el color de una pared”.
Estos módulos mentales esenciales —representación de objetos, sentido de los números y navegación geométrica— son sistemas antiguos compartidos con otros animales; por ejemplo las ratas también navegan a través de un laberinto por medio de la forma, no del color.
Spelke y su laboratorio han comenzado a identificar algunas de las configuraciones básicas de la inteligencia social infantil. Katherine D. Kinzler, ahora en la Universidad de Chicago, y Kristin Shutts, ahora en la Universidad de Wisconsin, han encontrado que los bebés de apenas unas semanas de nacidos muestran una clara simpatía por las personas que utilizan patrones del lenguaje a los que los bebés ya han sido expuestos.
Otros investigadores en el laboratorio estudian si los bebés esperan una conformidad conductual entre los miembros de un grupo; si esperan que las personas se comporten de manera sensata (si va a agarrar un juguete, ¿por favor puede hacerlo de manera eficiente en lugar de mover su mano sin ton ni son por todo el lugar?); y cómo deciden los bebés si un objeto nuevo tiene “operación” (¿esta cosa confusa y pequeña está activa o inerte?).
Spelke también quiere entender cómo los dominios medulares de la mente humana interactúan para generar nuestra peculiar inteligencia. Aun cuando “nuestros sistemas esenciales son fundamentales, pero limitados”, como ella lo expresa, “logramos ir más allá de ellos”.
Spelke reconoce que sus ideas siguen sin ser comprobadas y son polémicas, pero está segura de una cosa. “El trabajo de un bebé”, afirmó, “es aprender”.

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