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lunes, 24 de diciembre de 2018

El otro lado de Mary Poppins

El estreno de la película ‘El regreso de Mary Poppins’invita a releer los inquietantes libros originales de P. L. Travers, preñados del misticismo y el humor de su excéntrica autora



MaryPoppins, en una ilustración original de Mary Sheppard.



Mary Poppins no es Julie Andrews. Da miedo. Es flaca, circunspecta, tiene los pies grandes y se cree mucho más bonita de lo que realmente es. Lanza miradas “fulminantes”, “feroces”, capaces de “bucear en lo más profundo de las personas y ver lo que [están] pensando”. Tiene retranca, pero sonríe poco y enigmáticamente; bufar y resoplar hastiada, eso lo hace sin parar. Le gusta tener la última palabra: una versión más o menos burlona de “ay, cállate”. Y es prima segunda, por parte de madre, de la cobra real, “el ser más sabio y terrible de todos nosotros”, según el oso pardo.


Todo esto, y todo lo contrario, es la Mary Poppins que urdió Pamela Lyndon Travers (Maryborough, Australia, 1899-1996)en ocho libros, publicados a lo largo de seis décadas, entre mediados de los años treinta y finales de los ochenta (los dos primeros reeditados este año por Alianza). Travers fue también una mujer de contrastes: esotérica, testaruda, bisexual, guasona, depresiva y fabulosa. La lectura de sus libros, con o sin niños de por medio, es un hallazgo inquietante para las generaciones que crecimos con la versión de Disney de 1964, una película “prácticamente perfecta en todo” que Travers denostó muchas veces en público. Los estudios Disney estrenan ahora la secuela cinematográfica, El regreso de Mary Poppins. Tan predecible como la rima de sus engoladas canciones (estupor con fulgor), el nuevo filme se podría resumir con un poppinesco“¡pamplinas!” (“nonsense!”). Sin embargo, la enésima reencarnación de la institutriz era inevitable; porque ella está hecha del material de los mitos, que vuelven, distintos, cuando cambia el viento.

Musa, bruja, diosa
“Mary Poppins es una mezcla de musa griega y hada celta”, afirma la estudiosa María Tausiet

Como J.M. Barrie o Lewis Carroll hicieran con Peter Pan y Alicia, P.L. Travers tejió un arquetipo atado a su tiempo que sin embargo uno siente que siempre estuvo ahí porque… siempre lo estuvo. “Parece una mujer ligera, incluso frívola, sin embargo, encarna una gran cantidad de mitos clásicos y fuentes folclórico-religiosas”, explica María Tausiet, especialista en historia cultural, creencias, religión y brujería que publica estos días el primer ensayo en castellano que explora las raíces mitológicas del personaje: Mary Poppins Magia, leyenda, mito(ABADA). El libro recorre de forma amena y erudita mil y una referencias, y es una aproximación perfecta para ir más allá sin atragantarse. Poppins (cuyo nombre sugiere una aparición, “she pops in”, señala Tausiet) ha sido comparada con una bruja, un hada madrina, la diosa hinduista Kali y hasta la virgen María. Para Tausiet es una musa: “No es un ángel ni un demonio, una santa o una bruja, ni mucho menos un fantasma. Si a algo podría asemejarse sería a una musa griega, por su carácter inspirador, o a un hada de la tradición celta, por la labor mentora que ejerce con los niños a su cuidado”, explica en su libro.



                      
Portada de 'Mary Poppins, magia, leyenda, mito'.


El ensayo “conecta” (el verbo que usaba Traverspara explicar que ella no se inventaba nada) pasajes del libro con sus fuentes. Así, la bolsa de la que la institutriz saca una butaca o una cama plegable, remite a los relatos viajeros de Julio Verne y Stevenson, pero también a las alfombras voladoras y al principio taoísta de “lo vacío está lleno”. La cinta métrica y el termómetro con el que evalúa a los niños (y que devuelven resultados como “malhumorado y nervioso” o “completamente mimada”) no son solo una ocurrencia genial: desde tiempos de Plinio el Viejo, y hasta la frenología, el “diagnóstico simbólico” ha medido para intentar curar todo tipo de enfermedades y embrujos. Lo más admirable de Travers, opina Tausiet, es su “capacidad para conectar el mito y la experiencia personal”. “Entender los mitos (leyendas, cuentos, textos poéticos o religiosos) reconociéndolos en uno mismo, aporta sentido tanto a la vida como a la literatura”.

En Poppins conviven el unheimliche(lo familiar extraño) freudiano y las reliquias cristianas, las leyendas medievales, Blake, Wordsworth, la filosofía Zen y todos los astros celestes. Por supuesto, es fácil tirar del hilo de casi cualquier narración –el Olimpo pulpde lo superhéroes, el yogui que vive dentro de cada Jedi–, pero en los libros de Travers estos ecos suenan atronadores porque ella era una entregada a la causa. Le obsesionaba lo inefable. Se codeaba con W.B. Yeats, George William Russell (el poeta Æ) era su mentor y frecuentaba los círculos teosóficos. Vivió dos veranos con los indios Navajo y estudió con un maestro Zen en Japón. Escribió incansablemente sobre religiones, filosofía oriental y tradición folclórica, sobre todo en la revista Parábola,que ayudó a fundar (su libro What the bee knows,1989, recoge muchos de estos ensayos). Fue seguidora del gurú armenio Gurdjieff (como el arquitecto Frank Lloyd Wrighto la actriz Kathryn Mansfield) de cuya presencia escribió:“Las máscaras se arrancaban sin piedad. Bajo la rigurosa benevolencia de su mirada, todos estaban desnudos”. Igual que cuando te miran “los ojos azules que parecen escrutarlo todo” de la institutriz.

Travers nunca se vio como una creadora, sino como un ave que incuba, dentro de una ancestral genealogía de narradores. Contaba que Mary Poppins se le apareció durante una enfermedad poco antes de escribir el libro. Le dijo “apunta”, y ella se limitó a hacerlo. No era cierto, más de diez años antes ya había escrito para un periódico australiano varios cuentos que aparecen en los libros, incluso uno en el que una institutriz llamada Mary Poppins pasa una velada dentro del cuadro de un artista callejero. Manejaba tan bien el mito, que creó uno para recontar su propia vida.



La gallina que incubaba Travers, la autora, fue mujer de contrastes: 
esotérica, bisexual, guasona, depresiva y fabulosa

                   
Pamela Lyndon Travers, alrededor de 1924. BRIDGEMAN / ACI


P.L. Travers no es Emma Thompson. La actriz británica la interpretó (como una fastidiosa solterona) en el biopicAl encuentro de Mr. Banks(2013)que narra la espinosa relación que mantuvieron durante décadas la autora y Walt Disney sobre la versión cinematográfica. El filme está basado, como casi todo lo que trata sobre Travers, en la extenuantemente minuciosa biografía publicada por la periodista australiana Valerie Lawson, Mary Poppins, she wrote(1999 y 2005, no traducida al castellano). Sus 400 páginas recorren 96 años de máscaras: Travers, siempre enigmática en lo personal (hosca si el entrevistador la presionaba), fabuló una y otra vez su vida. Sin embargo, contradictoria hasta el final, a los 90 años, vendió su archivo personal, perfectamente catalogado, a una biblioteca australiana para que cualquiera pudiese consultarlo.

Se llamaba Helen Lyndon Goff y no era británica, como le dijo muchas veces a medios y amigos. Era la hija de un emigrante londinense, Travers Goff, un humilde empleado en un banco de la Australia rural; no de un irlandés que llevaba una plantación de azúcar, como le gustaba contar y como acabó escribiendo The New York Timesen su obituario. El elemento definitorio de su infancia fue la muerte de su adorado padre, alcoholizado, cuando ella tenía siete años. De su niñez australiana sacó el anhelo por haber tenido otra (como tanto autores infantiles) y multitud de detalles: del paraguas con forma de loro de una criada, al “un, dos” (“spit, spot”) de la tía autoritaria y responsable que salvó a su madre viuda y a sus dos hermanas de la indigencia. En cuanto pudo, se marchó a Irlanda para ser poeta y conocer a los ídolos literarios que su padre que le recitaba de niña.

“Era enigmática, temperamental, leal, cariñosa, inspiradora, complicada y algunas veces exasperante”, cuenta por mail el escritor británico Brian Sibley, que fue su amigo durante años y con quien trabajó en una secuela cinematográfica que nunca se llegó a rodar por problemas de producción y casting; incluida la idea loquísima de que Michael Jackson interpretase al hermano del deshollinador (Dick Van Dyke). “Al contrario de lo que se cree, no le disgustaba tanto la película original como se cuenta”, dice Sibley, “era importante para ella defender la integridad de su personaje, pero también era una pragmática, sabía muy bien que Walt Disney había ayudado a alargar la vida de sus libros y apreciaba las ganancias que le reportó el filme” (hasta ese momento, el más exitoso del estudio).

                         
Portada de 'Mary Poppins' (Alianza)

Libre y en constante búsqueda espiritual, pero también hipocondriaca y con episodios depresivos. ¿Feminista? Ella estaba en otra onda, pero hizo de una institutriz indomable que nunca se justificaba ni pedía permiso, un personaje inmortal. Travers vivió durante una década con otra mujer y perdió la cabeza por el hermoso y mujeriego poeta Francis MacNamara. Cuando a los 40 decidió, en contra del consejo de todo el que la conocía, adoptar un niño sola, separó a dos gemelos, eligiendo cuál quedarse tras consultar con un astrólogo californiano. El gemelo que adoptó, Camillus –nieto del biógrafo de Yeats, Joe Hones-, creció pensando que su padre había muerto en los trópicos. El gemelo que se quedó en la granja de sus abuelos (con el resto de la prole que sus bohemios padres les habían encasquetado), decidió plantarse a los 17 años ante su hermano. Aquello no acabó bien. Camillus, ya adulto, aparece en varios documentales recriminando a su madre dos infancias destrozadas (que llevaron a dos vidas marcadas por el resentimiento y el alcohol). “Aquí tengo un trocito de Irlanda que puedo ver crecer en una maceta”, dice cínicamente sobre porqué le adoptó su madre. En otra ocasión rompe a llorar recordándo cuánto se querían y pide una copa a cámara.

Ya anciana, Travers desveló un episodio que para ella contestaba a la eterna pregunta: ¿de dónde vino Mary Poppins? Una noche su madre se fue de casa diciendo que iba a tirarse al río. Con 11 años, ella era la mayor. Sentó a sus hermanas frente al fuego y envueltas las tres en un edredón, les contó un cuento sobre un caballito blanco. Pasadas las horas, la madre finalmente regresó, empapada, pero viva. La hija había encontrado su voz narradora.

                      
Cartel de 'El regreso de Mary Poppins'

Un chamán doméstico

Mary Poppins desde luego no es Emily Blunt. La secuela El regreso de Mary Poppinsimagina a la institutriz volviendo a la calle del Cerezo cuando los niños son mayores. Los estudios Disney ya se la propusieron a Travers en los ochenta. Ella la rechazó, explica el escritor Brian Sibley, diciendo que solo sabía de Mary Poppins lo que aparecía en sus libros (otra contradicción: se jactaba de haberlos querido firmar Anónimo, pero era controladora al extremo de su obra). Aunque la premisa de la secuela no está mal (resuena a Peter Pan volviendo cuando Wendy es madre para llevarse a su hija a Nunca Jamás), todo lo demás falla. Disney usa el viejo truco de Disney, matar a la madre, para darle profundidad al asunto y la magia se emplea en último término como solución a un desahucio, que es como si en otro camino de Iluminación –alicatado de baldosas amarillas– Dorothy hubiese usado los chapines para ponerle un piso a Tía Em en Kansas. La Mary Poppins de Travers es mágica sin duda, pero no como un anuncio navideño, sino como los mitos que expresan el misterio, siniestro y luminoso, del mundo. Sus aventuras provocan asombro y desazón.

La secuela una ocasión perdida, porque la Mary Poppins original tiene mucho que decir aquí y ahora. Sus incursiones con los niños al Otro Lado se suceden sin más trama que la cotidianidad en la destartalada casa del Londres de entreguerras de los Banks y son un canto al aquelarre carnavalesco que subvierte y libera. Visitan a un extraño pariente que el segundo lunes del mes vive patas arriba para ganar perspectiva, a una anciana pastelera que les da de comer las puntas de sus dedos o un zoo donde los humanos están enjaulados y los animales hablan… Otras veces bailan con los astros para ser uno con el cosmos.

Es un alivio en la era de la hiperpaternidad que la niñera haga 
todo lo que tú haces mal sin inmutarse

Poppins es el chamán que abre la puerta de la percepción y guía por “la Grieta” –ofreciendo seguridad, pero sin dar explicaciones, faltaría más– y, cuando es necesario, les saca del mal viaje que ella misma ha provocado. A los dos minutos de conocerlos, en cuanto la señora Banks no está mirando, les da un misterioso jarabe que a todos les sabe a lo que más les gusta. Michael no quiere tomarse la medicina, pero comprende que es “imposible mirar a Mary Poppins y desobedecerla”: “Había en ella algo extraño y asombroso, algo que daba miedo y, a la vez, resultaba la mar de emocionante”. Con el tiempo, el niño se vuelve un auténtico devoto y acaba gritándole a su madre “¡Mary Poppins es la única persona en este mundo a la que quiero!”. Al final del segundo libro Mary Poppins se marcha a lomos de un tiovivo que gira como un derviche hacia el universo (imposible no ver a Gurdjieff y las danzas sagradas flotando por ahí). Varios personajes se despiden de ella, no sin antes preguntarle si no estará pensando subir también a los niños al tiovivo astral. “Solo darán un par de vueltas”, les contesta ella remilgada. Pero al lector le queda la duda de si se los va a llevar o no. La ves capaz.

             
Portada de 'Vuelve Mary Poppins'


Sin embargo, por muchas referencias místicas, la magia (y la gracia) de esta gurú de botines abrillantados y coqueto sombrerito de paja es que no solo acompaña a los pequeños en sus viajes trascendentes y psicodélicos (que a veces se ponen un poco densos de más). Lo mejor de los libros, lo más divertido, es cómo Poppins les guía por Este Lado. Por la tediosa retahíla de protocolos infantiles: lavarse, vestirse, recoger, comérselo todo, no molestar a los mayores… Y lo hace sin miramientos, sin ni un poco de azúcar, con una caprichosa mezcla de rigor y permisividad, de amenaza y recompensa. En la era de la hiperpaternidad responsable es un alivio que la mágica niñera a la que todos aman haga todo lo que tú haces mal sin inmutarse.

Mary Poppins es un chamán de andar por casa, un hilarante gurú de la crianza políticamente incorrecta, que como de pasada, a empeñones para que bajen más rápido la escalera, enseña a los niños a ironizar, a guardar las apariencias y al mismo tiempo a desconfiar de ellas. Con ella aprenden a escuchar a las ancianas y a mentir a los padres, a ser educados siempre e hipócritas cuando haga falta, y a no dar explicaciones, sobre todo, de lo que no las tiene.

YO NO ESCRIBO PARA NIÑOS

En la tele Maurice Sendak,autor deDonde viven los monstruos, daba una entrevista. “Le estaban lanzando las típicas preguntas irrelevantes: ¿te gustan los niños?, ¿tienes hijos?”. P.L. Travers lo estaba viendo en su casa y comenzó a gritarle a la pantalla: “Fuiste un niño, ¡diles eso!”. Por supuesto, Sendak, tras una pausa, lo dijo. “Yo fui un niño”. La anécdota la relata P.L. Traves en una tribuna publicada en The New York Timesen 1978 titulada Nunca escribí para niños.Hasta entonces, explica la autora, había esgrimido la cita de Beatrix Potter(“Escribo para darme el gusto”) y la idea de C.S. Lewis,la literatura infantil es mala literatura. La autora de Mary Poppins siempre renegó de la etiqueta (no para ella, sino en general) y de suavizar los contenidos para el público más joven. Era una amante del folclore, la fábula y los cuentos de hadas. “Se podría decir que los cuentos de hadas son los mitos precipitándose en un tiempo y un lugar”, escribió Travers en su discurso Solo conectar(1966) para la Biblioteca del Congreso de EE UU(imposible no pensar en el descenso feérico de Poppins sobre el Londres de entreguerras): “Por ejemplo, si este vaso de agua es el mito y lo bebo, la última gota –o los posos del vino- serían el cuento de hadas. La gota está hecha de lo mismo, todo lo esencial está ahí; es pequeña pero perfecta. No está miniminazada, no está hecha para que lo niños la puedan digerir”.

sábado, 31 de diciembre de 2016

2016, un año para olvidar

Los políticos ególatras
Los corruptos insaciables
Las empresas codiciosas
Las diferencias de oportunidades según las razas y países
La intolerancia con las creencias religiosas
Los terroristas violentos
La insoportable violencia de género
La educación frustrada (recomiendo leer a Martha C. Nussbaum. Ver El disfraz exterior de lo material)
El valor de la cultura, ausente en la sociedad
El excesivo tiempo dedicado a un trasto que solemos llevar casi siempre pegado a la oreja
El mermado mercado del arte, cada vez más débil
Los deportistas enriquecidos en exceso 
La falta de oportunidades para las nuevas generaciones que se incorporan al mercado laboral
La ausencia de las energías limpias
La invasión de la tecnología en todos los ámbitos sociales
La indolencia con el calentamiento del planeta Tierra
...

Fuente: El País




















Afortunadamente nos podemos consolar con la viñeta de Ros en El País del 30 de diciembre de 2016. Adiós 2016.

Ros - Viñeta en El País el 30 de diciembre de 2016


Para 2017 sería interesante arrancar con el propósito de elaborar una corta lista, pero sólida, de intenciones de acciones a realizar a lo largo del año, recuperando el tiempo perdido en cosas banales para dar tiempo a unos proyectos personales que estimulen nuestro desarrollo como persona y que nos hagan disfrutar.

martes, 29 de marzo de 2016

Para disfrutar de la libertad de actuar en nombre de una gran institución, una persona debe despojarse de toda una serie de vínculos y afectos restrictivos


Lewis Mumford - Libro Historia de las utopías (1922)

La lectura del libro Historia de las utopías de Lewis Mumford me conduce a una cita referida a John Galsworthy, Premio Nobel de Literatura en 1932: dice Mumford que el retrato que hace Galsworthy de un líder sindicalista en su obra de teatro Strife (1909), que pierde su poder para defender a los que le siguen como consecuencia de las presiones que afectan de forma continuada a los círculos familiares. A lo que Mumford expresa de forma brillante es lo que trasciende en ese choque moral entre el poder y la ética social: "Para disfrutar de la libertad de actuar en nombre de una gran institución, una persona debe despojarse de toda una serie de vínculos y afectos restrictivos". Mumford está haciendo referencia a la República, cuando Platón menciona que los círculos familiares generan pequeñas utopías que protegen su bienestar frente al mundo de los otros. 

En Strife se manifiestan los dos polos opuestos en Trenartha Tin Plate Works, situada en la obra en el límite entre Inglaterra y Gales, donde asoma la falta de empatía demostrada tanto de los dueños de las fábricas como de los sindicalistas en huelga, al tiempo que llama la atención sobre el sufrimiento de las familias de los trabajadores. 

En nuestra actual escena social y política surgen murallas difícil de entender: los gobernates y los ciudadanos, en principio una gran comunidad que  la realidad demuestra que no es así, sino que  actúan como dos comunidades antagónicas dando la espalda al bien común.

El consejo Mumford, despojarse de vínculos y afectos restrictivos, es más que nunca esencial.

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Strife
Synopsis[edit]







 
The action takes place on 7 February at the Trenartha Tin Plate Works, on the borders of England and Wales. For several months there has been a strike at the factory.

Act I[edit]
The directors, concerned about the damage to the company, hold a board meeting at the home of the manager of the works. Simon Harness, representing the trade union that has withdrawn support for the strike, tells them he will make the men withdraw their excessive demands, and the directors should agree to the union's demands. David Roberts, leader of the Men's Committee, tells them he wants the strike to continue until their demands are met, although the men are starving. It is a confrontation between the elderly company chairman John Anthony and Roberts, and neither gives way.

After the meeting, Enid Underwood, daughter of John Anthony and wife of the manager, talks to her father: she is aware of the suffering of the families. Roberts' wife Annie used to be her maid. She is also worried about the strain of the affair on her father. Henry Tench, company secretary, tells Anthony he may be outvoted by the Board.

Act II, Scene I[edit]
Enid visits the Roberts' cottage, and talks to Annie Roberts, who has a heart condition. When David Roberts comes in, Enid tells him there must be a compromise, and that he should have more pity on his wife; he does not change his position, and he is unmoved by his wife's concern for the families of the strikers.

Act II, Scene II[edit]
In an open space near the factory, a platform has been improvised and Harness, in a speech to the strikers, says they have been ill-advised and they should cut their demands, instead of starving; they should support the Union, who will support them. There are short speeches from two men, who have contrasting opinions. Roberts goes to the platform and, in a long speech, says that the fight is against Capital, "a white-faced, stony-hearted monster". "Ye have got it on its knees; are ye to give up at the last minute to save your miserable bodies pain?"

When news is brought that his wife has died, Roberts leaves and the meeting peters out.

Act III[edit]
In the home of the manager, Enid talks with Edgar Anthony; he is the chairman's son and one of the directors. She is less sympathetic now towards the men, and, concerned about their father, says Edgar should support him. However Edgar's sympathies are with the men. They receive the news that Mrs Roberts has died.

The directors' meeting, already bad-tempered, is affected by the news. Edgar says he would rather resign than go on starving women; the other directors react badly to an opinion put so frankly. John Anthony makes a long speech: insisting they should not give in to the men, he says "There is only one way of treating 'men' — with the iron hand. This half-and-half business... has brought all this upon us.... Yield one demand, and they will make it six...."

He puts to the board the motion that the dispute should be placed in the hands of Harness. All the directors are in favour; Anthony alone is not in favour, and he resigns. The Men's Committee, including Roberts, and Harness come in to receive the result. Roberts repeats his resistance, but on being told the outcome, realizes that he and Anthony have both been thrown over. The agreement is what had been proposed before the strike began.

jueves, 14 de mayo de 2015

¿Esperando a qué?


Groucho Marx esperando a Godot
Dice Samuel Beckett que <<Godot no vendrá hoy, pero mañana seguro que sí>>. Solemos estar esperando algo, cualquier emoción que abarque entre el milagro y la desventura. Como vivir es complicado, buscamos el remanso de lo inesperado, el impacto que nos despeje el atasco vital que arrastramos. <<O mirar con los labios apretados>>

La espera nos conduce al silencio, entendido como una forma de  vigilia impenitente que produce espejismos que sólo pueden conducir a la soledad. Mientras tanto, el reloj sigue girando, y el tiempo digiere minutos sin ningún sentido. El móvil nos distrae, consigue que evadamos la realidad, como una dósis de "Soleynt Green". El pensamiento se desvanece. <<Esperamos. Nos aburrimos. (Levanta la mano.) No, no protestes, nos aburrimos como ostras, es indudable. Bueno. Se nos presenta un motivo de diversión, y ¿qué hacemos? Dejamos que se pudra. Vamos, manos a la obra. (Avanza hacia Pozzo, se detiene.) Dentro de unos instantes todo habrá terminado, volveremos a estar solos, en medio de tanta soledad. (Piensa)>>


    Billy Button - I Married an Artist
Me quedo con Juan Massana, que se fija en el valor de los pequeños instantes que inundan la existencia:

<<Sentado a la mesa de la cocina,
elige entre las viejas camisas
alguna que pueda resistir otro invierno.
Parece sopesarlas como un fruto.
Lento, taciturno, espía su reflejo
en la noche de cristal negro:
fuera, la nieve entierra el silencio>>

<<Es uno de esos momentos
en los que el tiempo se detiene:
el amigo está ya lejos, pero aún presente.
Ahora es el antes y después de la batalla.
El deseo amortiguado. La rabia
y los propósitos; equidistantes.
Siente que puede mecer el alma,
pero ese balanceo se aleja poco
del centro de su corazón>>

Para el hombre que no reconoce
todo el amor que ha recibido,
                el tiempo detenido
         es el único refugio posible.











lunes, 9 de febrero de 2015

El desgarro de la expresión de Chloë estremece mi ánimo

© The New York Times - Chloë Moretz (2010)
Kathy Ryan/The New York Times - Chloe Moretz filmed and photographed in London

Video de Chloë Moretz


© The New York Times - Fourteen Actors Acting
© The New York Times - Fourteen Actors Acting

miércoles, 30 de octubre de 2013

Biografía: Un juego

Max Frisch indaga en sus obras los problemas humanos. En su obra de teatro Biografía: Un juego, como en los relatos de viajes en el tiempo, nos plantea el tema universal de la insatisfacción humana. Kürmann, protagonista de esta historia, no acepta la senda trazada en su vida y busca ayuda en el recurso del "¿y si yo pudiera volver a empezar?". Nos enfrentamos a la utopía de la revisión, el poder de cambiar nuestro pasado como requisito esencial para sentarnos en la poltrona de nuestro presente y la promesa de un futuro pleno de esplendor. Lástima que la fantasía choque casi siempre de forma sarcástica con la terca realidad.
Recomiendo urgentemente la lectura de cualquiera de sus libros:  
Homo Faber, No soy Stiller, Montauk, Andorra, Accidente...



jueves, 3 de enero de 2013

Lasquetty se viste de Creonte


CREONTE

¿Para quién, sino para mí mismo, debo gobernar esta tierra?

HEMÓN

No hay ciudad que sea de un solo hombre.

CREONTE

¿No se estima que la ciudad es de quien tiene el poder?

HEMÓN

Solo, podrías mandar bien en una ciudad desierta.


Fragmento de Antígona, de Sófocles (Editorial Debolsillo. Traducción de Luis Gil)


Fotografía © 2013 Eduardo Ruigómez - Neptuno observa impotente la deriva

jueves, 16 de junio de 2011

Las fábulas de Golding descifran lo que está pasando

En la obra de teatro La mariposa de latón, de William Golding, lo antiguo y lo moderno chocan de forma estridente a través de la técnica de la fábula llena de ironía. Así, la olla a presión irrumpe en la vida de un emperador romano temerario frente a lo desconocido. El poderoso atrapado por un cachivache extraterrestre, por una hormiga insignificante.

Los cambios siempre huelen mal, pero siempre llegan... ¿o es que seguimos en las cavernas? Todo se pone patas arriba y no entendemos por qué mudar, si lo que nos rodea es Arcadia comparada por lo que vendrá. Pero la raza humana camina en línea recta sin destino definido, explorando y conquistando, de forma insaciable. Y la riqueza de hoy es la miseria de mañana que alguien tornará en riqueza.

Golding concentra en una sola frase las claves de la evolución: (Habla un sabio griego a un emperador romano) "César, yo conquisté el universo y las hormigas me han derrotado. ¿Cuál es el problema del hombre?".

William Golging - La mariposa de latón



Stéphane Hessel dice que debemos impedir que algunos enturbien el buen fin. Siempre la fuerza de la razón, nunca la razón de la fuerza.

Fotografía de Santiago Carregui

sábado, 29 de enero de 2011

If a tree falls after the world ends...

Chris Trenchard (SF Weekly): "After the collapse of civilization, you're going to need a few things. Shelter would be good -- any rotting mountain shack will do -- and you'll probably need to find a big garbage container rich in food scraps to fuel your daily fight against the mutant rats. You'll also want to have seen this production of the postapocalyptic play Treefall. It premiered last year in Los Angeles to reviews such as this one from LA Weekly: "Grimy, primal, heady, despondent, yet inexplicably giddy-making for the sheer truth of the ache in its heart." The San Francisco production is directed by Ben Randle, who deals in works provocative and ambitious. Treefall is no exception; it navigates issues of gender, identity, and other primal questions, all discussed through the lives of three orphaned adolescents in the Pacific Northwest. The teens build their own mechanisms for civilization, conceive a deity worth worshiping, and form a family vaguely resembling the institution they once knew. It's Lord of the Flies plus more, Randle says: "The question of gender and identity in Lord of the Flies is very brief, and Treefall takes on a different set of questions." Make sure you pay attention to what those are -- you know, just in case."
Enhorabuena Corinne y amigos.

Corinne Robkin and Joshua Schell - Treefall, by Henry Murray - San Francisco 2011


viernes, 28 de enero de 2011

Puerta colgada del vacío

Ver vídeo: http://www.youtube.com/embed/KHW0hgfH_Xg





Selección Teatro musical/ópera experimental

basada en poemas de Teo Millán
dramaturgia: Vanessa Montfort
música y dirección musical: Sonia Megías

dirección escénica: Khrish Otero
escenografía: Antonio Muñoz

bajo: David Sánchez
actriz: María Morales
clarinete: Raquel Mollá
percusión: Manu Alcaraz

vídeo: Eduardo y Pedro Ruigómez

La Tabacalera de Lavapiés (Madrid)
17 de Junio de 2010