lunes, 31 de diciembre de 2012

De nudos y tinieblas, de confines y fulgores

Fotografía de Eduardo Ruigómez 
Escena 1ª. Imagino una selva de neuronas invadida por la niebla espesa. Los nudos se suceden en las dendritas fosilizadas. El registro de actividad es plano, el vacío se traga los ruidos mecánicos. Me encuentro en el ocaso de lo incomprensible, soy hijo de las tinieblas. El laberinto es el único horizonte a la vista.

Escena 2ª. El viento modela las sensaciones, aparece la luz, tenue al principio, invasora después. El silencio se frota las legañas del letargo y aparece la voz asidua de Eliot: 

   <<¿Me atrevo
   a molestar al universo?
   En un minuto hay tiempo
   de decisiones y revisiones que un minuto volverá del revés.>>* 

Escena 3ª. Los nudos son ramas, las ramas hojas, las hojas aire, el aire vida. Desde los confines de mi universo llega el fulgor de la razón: que el día sigue a la noche que sigue al día.


*La canción de amor de J. Alfred Prufrock (Traducción de José María Valverde)

1 comentario:

Joselu dijo...

Gracias por esta entrada que me llega al corazón. Tiene aroma a esperanza necesaria ¿O es deseo proyectado?... En todo caso, gracias.