martes, 13 de mayo de 2014

El punto de fuga siempre nos conduce al paraíso

Fotografía de Eduardo Ruigómez - Punto de fuga (2013)


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Me pilló en un momento que paseaba abstraído en algo que ahora no recuerdo, seguramente banal, quizás placebo para tranquilizar el ánimo. Se acercó y me pidió ayuda para orientarle a encontrar el camino al paraíso. Una petición un tanto extraña, ¿acaso existe el paraíso en este mundo? 

El hombre miraba de forma nerviosa a uno y otro lado, como si su destino estuviera a la vista. Hice un esfuerzo por intuir lo que buscaba, y mirándole a sus ojos temblones, le pedí más detalles de su destino con el mejor deseo de facilitarle la consecución de su objetivo. Por respuesta sólo obtuve un incoherente soliloquio de paraíso-paraíso-paraíso... Me acordé de Dante, los Talking Heads, El Dueso, Dvorák y, por último, del socorrido Milton. Pero todos esas referencias eran lejanas y poco prácticas. 

Mi interlocutor no parecía desatascar su desesperanza, así que le propuse seguir caminando juntos, tiempo en el que podría sonsacarle pormenores de su destino. La ruta improvisada nos condujo por una extraña senda de muros carcelarios a un lado y selva excesiva al otro lado. El entorno solitario agigantaba el silencio del viento. Nos detuvimos un instante, momento que aprovechamos para girar en redondo y registrar de un vistazo el entorno. Y entonces él habló.

<<Aquieta, hermano, nuestra voluntad
la caridad, haciendo que queramos
sin más ansiar, aquello que tenemos.


Si estar más elevadas deseásemos,
este deseo sería contrario
a lo que quiere quien aquí nos puso;


lo cual, como verás, es imposible,
si estar en caridad aquí es necesse
y consideras su naturaleza.


Esencial es al bienaventurado
con el querer divino conformarse,
para que se hagan unos los quereres;


y así el estar en uno u otro grado
en este reino, a todo el reino place
como al Rey que nos forma en sus deseos.


Y en su querer se encuentra nuestra paz:
y es el mar al que todo se dirige
lo que él crea o lo que hace la natura.»


Vi claramente entonces cómo el cielo
es todo paraíso, etsi la gracia
del sumo bien no llueva de igual modo.>> *


Retomamos el paseo. Trás un recodo angosto, la vereda se estiraba en una larga recta hasta un lejano horizonte diáfano, rebosante de luz. El paraíso salió a nuestro encuentro.

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* Dante - La divina comedia / Paraíso



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