Aconsejado por Teo, leo Sin fines de lucro (Por qué la democracia necesita de las humanidades), de Marta C. Nussbaum.
Katz Editores: "Alarmada por el grado en que el estudio de las humanidades está siendo abandonado -en todos los niveles de la escolaridad y en todos los países del mundo- en beneficio de aprendizajes más directamente vinculados con las actividades económicas, en esta breve y apasionada obra Martha C. Nussbaum hace un alegato en favor de las artes liberales. "Más un manifiesto que un estudio empírico", como ella misma afirma, Sin fines de lucro muestra que cuando se promueven las habilidades técnicas en desmedro del estudio de las humanidades se dota a los estudiantes de herramientas útiles para el desarrollo económico -lo que no necesariamente garantiza una mayor calidad de vida- pero se los priva de las habilidades necesarias para el ejercicio del pensamiento crítico.
En este libro polémico y movilizador, Martha C. Nussbaum muestra por qué las humanidades, sin duda centrales para la educación de ciudadanos de los estados democráticos, son también fundamentales para garantizar que el futuro no sólo permita compartir valores esenciales sino también el bienestar material."
"Nussbaum sostiene que la educación para obtener beneficios económicos desplazó a la educación para la ciudadanía, y que con la marginación de las humanidades de los programas de estudio se descuidan el pensamiento crítico, la empatía y la comprensión de la injusticia." Publishers Weekly
1 comentario:
Mensaje de Teo:
"Me congratulo de que te interese. Y el tema de derechos humanos, que tiene que ver con la noticia de los delfines, cada vez me apasiona más. Ya sabes que estoy convencido de que será tema estrella en el sXXI. Cuestionar por qué los ciudadanos de otros continentes no tienen derecho de ciudadanía en países occidentales. Hay que reflexionar que las fronteras son un producto puramente artificial, que no se puede justificar mas que en base a la violencia de los que viven dentro frente a los que viven fuera. No hay nada en la naturaleza, ni en el derecho natural que diga que las fronteras existen, ni que hay que respetarlas. Por tanto, en un siglo en que la genética nos permite concebir hijos donde queramos, de las madres portadoras que queramos, con el esperma de padres donantes que queramos, ¿?cómo se justifican derechos en base a cosas tan contingentes como el lugar de nacimiento o el padre o la madre?. Difícil contestación. De hecho, comenzamos a ver casos en que los que viven y trabajan en un país son inmigrantes sin los mismos derechos que los que han vivido menos tiempo, o no han trabajado nunca en ese país, que si son nacionales. Hay claros ejemplos de hijos de inmigrantes que han vivido toda su vida en un país, y han nacido en él, pero no son reconocidos como ciudadanos. Extraño. De igual forma que hay apátridas, que viven en campamentos de refugiados y en toda su vida no tienen nacionalidad. Parece entonces que la noción de nacionalidad se está quedando anticuada. Cuando insistimos en la igualdad de trato, entre géneros, por ejemplo, es un concepto restringido a ciudadanos del mismo país. Absurdo buscar un equilibrio en un concepto de justicia y equidad en un aspecto, y no en otro. Igualmente, cuando exigimos que las multinacionales cumplan códigos éticos al producir en terceros países, no usen mano de obra infantil, reconozcan derechos sociales, etc…, y al mismo tiempo estamos discriminando a esos ciudadanos respecto del país en que consumimos esos productos, se crea una clara hipocresía de difícil mantenimiento alargo plazo.
Creo que se trata de un problema filosófico de primer nivel.
Saludos,
T."
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