Siempre amado me fue este otero yermo, / y este seto que excluye la mirada / del último horizonte en tanta parte. / Mas sentado y mirando, interminables / espacios tras de aquel, y un sobrehumano / silencio, y una calma profundísima / en la mente imagino, tal que casi / siente miedo mi pecho. Y cuando el viento / oigo sonar entre esas plantas, ese / infinito silencio, y esta voz / voy comparando; y en lo eterno pienso / las edades ya muertas, la presente / y viva, y su sonido. Así tras esta / inmensidad se anega el pensamiento / y dulcemente en este mar naufrago. (El infinito, de Giacomo Leopardi)
Detalle de una fotografía de Eduardo Ruigómez |
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