Salvo las horas puntas de trabajo, el bus y el tren son un lujo sólo para privilegiados: muy barato, rápido, sin tensiones, permite leer El paseo de Robert Walser (Editorial Siruela) en unos pocos trayectos, quizás algún día charlar con el del asiento vecino... ah, y mucho menos cochinos que los coches ahumados que ensucian el aire que respiramos, gratis todavía.
En las horas punta de trabajo podemos pensar que viajamos en buena compañía con un montón de privilegiados.
Y si te ha gustado la lectura de Robert Walser, cambia el paso y salta a la calle: caminar, o mejor pasear, te proporcionan placeres extra: mirar al cielo (sí, mirar al cielo), deleitarse con el urbanismo de la ciudad, escaparatear sin comprar (salvo si pasas por delante de una librería), mover el cuerpo, tiempo para pensar, llegar a destino en un santiamén porque el tiempo es una veleta nublada.
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