sábado, 29 de enero de 2011

Lo que ve el toro (de Osborne) no es lo que parece

Hago travelling mecánico por las tierras negras de la península y en 92 ocasiones tropiezo con la mirada soberana del toro de Osborne. Quiero dar testimonio de un milagro: abandono el asfalto y me acerco discreto, como el hombre tranquilo después del boxeo,  a la colina verde blanca y azul en busca del rey. El toro, impasible, inmutable, espera paciente. Con el espíritu del ministro del lápiz haileselassieno me siento a sus pies y sincronizo la mirada con la suya. Observo lo que observa en silencio, Leopardi en su trono tiene todo el tiempo en su infinita mudez. Es él el silencio, la luz y el horizonte, el alma blanca impoluta. Sólo la golondrina quebranta los poros de sus esqueleto. Domina las llanuras con ingrávida paciencia. 24 h. x 365 días x ∞ eternidad de contemplación en el otero yermo, privilegio de reyes, lujos del pasado que ahora pintamos de negro y ruido sucio. Pero mi tiempo tiene fin: abandono la nube y regreso a la tierra negra pensando en las cosas del destino, en la suerte de poder ser uno de los 92 toros de Leopardi.

http://www.eduardoruigomez.com/eltorodeleopardi.html

Detalle de una fotografía de Eduardo Ruigómez

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